Corría el año 1443. Los jóvenes zaragozanos Aldonza de Entenza y Berenguer de Azlor, no consiguen un final feliz para su historia de amor. Retirado él a las dependencias Conventuales de la Encomienda de Santiago en Montalbán, ella sigue sus pasos, muriendo ambos en dichas dependencias.

Mucho se ha escrito sobre esta historia, conocida también como “el Hada de Montalbán” ó “la Loca de Montalbán”.

Cómo no vas a ser tú  (Poema de Antonio Moya Camenforte)

Me vuelvo a imaginar que me llama una vez más, como cada año. Estoy aquí frente a tu dibujo, aunque tú no lo sepas. Sé que estás impaciente por contarme tu historia, Aldonza. Me he entretenido un buen rato con nuestro pueblo y tu compañera. Parece mentira que desde 1436 hasta hoy compartáis historia.
Me fijo en tu grabado, el más alto y escondido, destilando timidez, diría yo. Muy resguardado del aire y del sol. Me fijo…, pienso…, me da por pensar. Quiero averiguar, saber lo que este grabado tan sencillo, sin audacia, como si le diera vergüenza que lo miren, me quiere contar. Me deleito en toda la grandeza de lo que he visto desde que crucé la puerta principal. Pongo toda mi imaginación y empiezo a descifrarlo y comprenderlo, sobre todo con mucho respeto por quien lo pudo grabar. Y sigo pensando. Lo miro, vuelvo a subir a verlo y lo contemplo tranquilo y despacio. Cada año voy conociéndote más, este lo doy por dilucidado ya.
Me visita una y otra vez el recuerdo de la historia de los Amantes de Montalbán, el desasosiego de lo que pudo ser, que tú eres la única prueba cierta y visible de que fue así. ¿Por qué no? Pienso en ella y en ellas, las dos juntas y solas, después de muchos siglos siguen estando separadas, muy separadas. Tu grabado invisible.
Me repito. Aldonza, se te ve despreocupada de ti, triste, como si de las burlas te escondieras, como si tuvieras continuas ganas de llorar una pena que no se te puede quitar. ¡Tanto tu historia ha dado de qué hablar! El porqué tú le ofreces a él una casa, él a ti un ovillo de lana con su aguja de tejer. El porqué tú te encargarías de traer el agua a esa casa con tu cántaro en la cabeza. Aunque tú no lo sepas, me dices tanto con vuestras manos tan llenas…
Las manos me dan mucha pena.
En tu compromiso, en ese día que nunca llegó, ¿por qué será que en él tanto te has fijado?, con tu ilusión por su traje, su mitra o su sombrero, lleva el pelo largo y ondulado, el traje de gala y arrodillado ante ti, como tiene que ser. ¿En qué momento te dibujaste tú con tanta tristeza? ¿Cómo no vas a ser tú si has dejado tantos detalles? Tu pelo liso y largo, el vestido ajustado a tu ccintura estrecha, repreta de lazos, escotado con adornos en el pecho y de seda azul. Tu vestido de verano. ¿Cómo no vas a ser tú?
Observo hacia donde está orientado el dibujo, al alba, ella quizás, —y después de todo me pareciera a mí—, quisiera volar, liberarse en un amanecer de principios de verano.
Quiero con tu dibujo, con vuestro compromiso, con tu pasión, consagrarte en la historia para que nunca más se pierda.
Cómo no vas a ser tú, aunque tú no lo sepas, Aldonza.

Antonio Moya Camenforte